domingo, 27 de diciembre de 2015

Todo es bueno en su justa medida

Ya ha pasado justamente una semana desde que hice el experimento propuesto por nuestro profesor de lengua y literatura castellana de pasar un fin de semana sin ningún tipo de tecnología ni dispositivos con acceso a internet.

Antes de empezar con esta prueba totalmente voluntaria, pensaba que sería algo difícil y extraño debido a la abundante presencia de las nuevas tecnologías en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, la ausencia de móvil, ordenador y similares me ha dejado bastante tiempo para reflexionar y darme cuenta de lo perjudicial que es el uso excesivo de estos aparatos.

En primer lugar, el hecho de estar todo el día con el móvil en la mano o en el bolsillo pendientes de notificaciones, mensajes, juegos, etc. , conlleva que no disfrutemos plenamente de lo que nos rodea,que estemos viviendo en una realidad virtual y no en este mundo. Esto se refleja también en el uso en exceso de videoconsolas y consolas portátiles, que cada vez se extienden más y más entre los más pequeños y les inculca desde tempranas edades ideas como que se divierten mucho más en casa encerrados que jugando en el parque con sus amigos, a pesar de que estos videojuegos ofrezcan también la interacción entre sus jugadores, dando la opción de agregarlos como amigos en el juego y chatear con ellos. Y hablando de amigos llegamos a un nuevo punto: las redes sociales, donde conocemos gente a la que podemos llegar a considerar como amigos y contarles todas nuestras cosas sin ni siquiera haberlas conocido en persona.

En segundo lugar, voy a pasar a analizar mis sensaciones durante este periodo y a explicar cómo me  he sentido. Al no poder usar el móvil con internet, lo primero que hice el sábado no fue mirar las notificaciones, sino que simplemente me quedé un rato más en la cama pudiendo dormir así hasta una hora más de lo normal. Después, a lo largo de la mañana estuve haciendo deberes, y si en algún momento necesitaba hablar con alguien le llamaba por teléfono, tal y como se hacía en los viejos tiempos. De este modo transcurrió la mañana, y más tarde, sobre las cuatro, me fui con mi familia a Alicante a pasar lo que quedaba de día, sin sentir la necesidad en ningún momento de utilizar el móvil. Y así el día llegó a su fin, con una tranquilidad y una libertad indescriptible, porque el uso de dispositivos tecnológicos me provoca en muchas ocasiones ansiedad y falta de concentración. En la misma línea transcurrió el día del domingo: por la mañana estuve haciendo deberes y por la tarde salí a dar una vuelta con mi novia, todo ello sin necesitar ningún dispositivo con acceso a internet.

Finalmente, y más aún debido a los resultados que he experimentado durante el pasado fin de semana, recomiendo a todo el mundo que quiera liberarse de la adicción que provocan los nuevos aparatos o que simplemente quiera saber qué se siente al no usarlos que haga la prueba durante un día, ya que la mayor parte de las conclusiones las he extraído del primer día, y el segundo día fue simplemente la repetición del primero. Además, como conclusión me gustaría añadir que las nuevas tecnologías son tanto positivas como necesarias, pero siempre con un uso moderado y responsable.


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